MODA Y ENCAJE. 1780-92

Los documentos de la industria del encaje de finales del siglo XVIII asumen un marcado parecido de piezas con las de alrededor de 1700.

En 1799 Francia sufre los inmediatos efectos de la Revolución, pero esta no es la responsable del declive del encaje, aunque si generó un pronunciado cambio; la reducción de la manufactura del encaje francés y de otros países comenzó en la década de 1770 y 1780 como resultado de los cambios en la moda.

Las modas del último cuarto de siglo afectaron al mercado del encaje de dos maneras: primero, la llegada del estilo neoclásico significó una constante disminución de la importancia de los diseños que, junto con la moda existente de los encajes ligeros y suaves, hizo girar los gustos en contra de los encajes clásicos de Valenciennes, Alençon, Argentan e incluso Bruselas en favor de las blondas de seda y los encajes de hilo. En segundo lugar, el desarrollo de un estilo de vestimenta femenina en que la muselina y la gasa jugaban un papel principal, al principio en accesorios, pero al final en todo el vestido, tuvo el efecto de reducir las ventas de encaje en general, aunque esta disminución no afectó a todos los tipos de encaje por igual.

Aunque los comerciantes franceses continúan recibiendo pedidos de la nobleza de Francia y de sus agentes en Londres, Hamburgo, Génova y Nápoles, el relativamente denso encaje de Valenciennes perdió terreno frente a las ligeras blondas de seda y los más delicados encajes de Lille.

Y en Bruselas se desarrolló, en ese momento un encaje fino de gasa con un fondo “drochel” y pequeños motivos, trabajados tanto en encaje de aguja como de bolillos.

El número de encajeras en Valenciennes cayó de 4.000 en 1760 a 2.000 en 1778 y a 1.000 en 1780.

En Amberes y otras ciudades de los Países Bajos austriacos, donde las encajeras sobrevivieron un poco más, sus sueldos cayeron y muchas recibieron una pobre ayuda para sobrevivir.

La magnitud de la crisis varió de un lugar a otro: a la industria de Alençon/Argentan le fue un poco mejor ya que el encaje de aguja continuó siendo una parte esencial en los vestidos de la corte; también tuvo unas ventas constantes para los volantes de las camisas de los hombres, y su prestigio hacía que estuviera en caros accesorios de punto que aseguraba su lugar en los ajuares de muchas mujeres acaudaladas.

Sin embargo, un informe del mercado de Alençon elaborado para la Asamblea Provincial en 1787 hablaba del miedo a la reducción de encajeras, de más de 10.000 en 1772 a menos de la mitad, unido a una caída en el precio del encaje debido al hecho de que “la Corte de Paris y otros mercados extranjeros prefieren las gasas particularmente las d’Anglaterre, las blondas y otras especialidades de encaje”.

Para intentar satisfacer los cambios de la moda, a finales de la década de 1770 el encaje de aguja francés se redujo a una fina red decorada discretamente con bouquets de flores o con pequeños puntos con el llamado “pois” francés.

La tendencia a las blondas tuvo algunos efectos beneficiosos: mantuvo la industria de Le Puy en pie después del colapso de los mercados de espesos encajes de España y Sudamérica. La manufactura de blondas también se desarrolló en Italia, España e Inglaterra y a menor escala en toda Europa.

La venta de productos decorados con blondas continuó inalterada los años que siguieron a la Revolución Francesa de 1789. Se utilizaban distintos tipos de blondas:

“Blonda de Chenille”, unas pocas han sobrevivido en algunos vestidos de ese periodo, era muy similar a las blondas del siglo XVII con gruesos hilos tipo felpa formando unos diseños sencillos en una elegante malla de fondo en seda o hilos finos.

“Blonda à pois” con una red de puntitos.

“Tulle” y “Blonda fond tulle” tenía un delicado fondo del tipo “point de Paris” abierto.

“Blonde à fond Alençon” estaba formadza por un fondo de malla sencillamente girado, ahora asociado al encaje de blonda.

Estos nombres también se usaron posteriormente en la industria del encaje a máquina.

 

 

Fuente: LACE. A HISTORY de Santina M. Levey

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