EL ENCAJE FRANCÉS

Está perfectamente demostrado el crecimiento de la industria del encaje francés bajo el patrocinio de Colbert, ministro del rey Luis XIV.

La manufactura del encaje está ampliamente extendida en Francia antes de 1660, lo que el gobierno tiene en cuenta y controla a través de muchos reglamentos publicados entre 1625-1675.

El de 1629, por ejemplo, prohibía “llevar cualquier forma de encaje excepto pasamanería, punto-coupé (denominación francesa para cutwork) y encajes hechos dentro del reino”, que además no podían exceder las 3 libras.

La industria más antigua parece ser que está en Auvergne, con centros en Aurillac y Le Puy. Esta área se encontraba dentro de las principales rutas comerciales entre Italia y España. De hecho, las encajeras de Le Puy, en el siglo XIX, continúan llamando a sus encajes “Las Pointas”, del español “Puntas”, presumiblemente en deferencia a su principal cliente.

En 1640 el parlamento de Tolousse emite una ordenanza prohibiendo el uso de encaje porque “demasiadas mujeres de la zona están ocupadas en hacer encaje y resulta imposible conseguir criadas” y “su uso generalizado hace que se difumine la diferencia entre ricos y pobres”.

Tanto en Aurillac como en Le Puy se hacían encajes en seda, pero más tarde son estas últimas las que hacen encajes metálicos, particularmente para el mercado español, aunque también para el consumo de su país.

También se hacía encaje de metal en Lyon y cerca de Paris, ambos eran centros encajeros de aguja y de bolillos con diferentes calidades. El encaje barato de hilo “Campaigne y Guese” se hacía a las afueras de Paris.

La industria encajera también está muy extendida en la zona de Normandía, desde Hâvre hasta Dieppe, durante la segunda mitad del siglo XVII; en 1692 el gobernador de la zona estimó que el número de encajeras era de 20.000.

Al noreste de la ciudad de Arras había otro centro con una larga tradición: Las hermanas de la comunidad de San Agnes, a las que se encomendó en 1602 “educar y mantener a las jóvenes hijas dentro del temor de Dios, enseñar a leer, escribir, coser, hilar, y hacer pasamanería, encajes, tapices y cosas similares”.

En Francia también se hacía encaje de aguja antes de que Colbert creara las fabricas reales. En Alençon, por ejemplo, el archivo de la ciudad tiene varias referencias al encaje de aguja.

EL ENCAJE EN OTROS PAÍSES EUROPEOS

Excepto en Bélgica, en ningún país europeo se han buscado tan a fondo los registros o documentos que hagan referencia al encaje como en Francia.

Italia, en particular necesita un estudio detallado, y en otros países sólo hay alguna cita por casualidad, con la que se podría construir una “tentativa de historia”.

En general, se ha aceptado que Holanda estaba satisfecha con importar sus encajes de Flandes; lo que favoreció a que las encajeras flamencas continuaran haciendo este tipo de encaje para sus vecinos del norte hasta bien entrado el siglo XVIII.

Así mismo, las referencias al encaje holandés en los registros ingleses hablan de bienes importados como el lino de Flandes, via Holanda. Aunque los comerciantes de Colchester (Inglaterra) se quejan en 1622 por los extranjeros holandeses que están vendiendo sus productos en detrimento de los ingleses; aunque estos no tenían porque estar hechos necesariamente en Holanda.

Este es un ejemplo de un encaje que normalmente se describe como holandés, pero fue hecho en Flandés. Muchas de las piezas que han sobrevivido se encuentran en Holanda, de ahí la confusión y la dificultad de determinar los orígenes de cada encaje.

Más al norte, en Dinamarca la primera referencia conocida sobre encaje es en la homilía de un funeral en 1596, en el que se señaló que las jóvenes hijas de la nobleza habían aprendido a hacer encaje en los conventos luteranos a principios de siglo.

La evidencia más clara de un comercio del encaje de bolillos aparece en los libros de Christian IV. Desde 1616 hay continuas anotaciones de compras y gastos en encaje; lo que nos hace pensar que los encajes que llevaba el rey en la batalla de 1644, y ahora conservados en el castillo de Rosenburg, estaban hechos en Dinamarca.

Este encaje puede parecer que es flamenco, pero como todas las industrias del encaje del momento, buscaban ganarse un puesto en el mercado de la moda, copiando el encaje de Flandés. Es posible que su origen sea danés. Algunos retratos daneses sugieren que allí se hacía una variante del encaje de Flandes, con unas características propias.

La introducción del arte del encaje en Suiza fue a través de los comerciantes venecianos. Puede que ocurriera en la década de 1530, y es probable que también se originara en Alemania de la misma manera y en la misma época.

Dr. Marie Schuette en su libro Alte Spitzen, cita que el primer dato sobre encaje alemán lo escribió Melchor Von Osse de Sajonia en 1556.

Ahí describe la solemnidad de las faldas de esposas e hijas de la nobleza, que dice “decoran con anchas cintas, y ahora están introduciendo un nuevo tipo de tejido para sus faldas de fiesta con tiras en oro y plata de tres dedos de ancho hechas en encaje de bolillos y sujetas con oropeles”.

Parece ser que las bordadoras alemanas fueron las que más tarde adoptaron el encaje de aguja en toda Europa. Se puede juzgar su preocupación por los diseños de los encajes y bordados en los libros de patrones alemanes, aunque había unos pocos libros italianos con patrones de cutwork que se publicaron en Alemania, pero no hay publicaciones alemanas originales antes de 1596.

La historia que atribuye a Barbara Uttman la introducción de la confección del encaje en Alemania parece que no es cierta, ya que no se han encontrado documentos que lo avalen antes del siglo XIX. Si bien ella fue una persona real, nació en Etterlen en 154 y se casó con un rico propietario de minas en Annaberg, en Sajonia; la ciudad en la que se supone introdujo el encaje de bolillos con la ayuda de las encajeras flamencas.

La ciudad era, y continúa siendo, centro de pasamanería y es probable que el encaje de bolillos también se pusiera de moda allí, como en muchos otros centros similares.

De acuerdo con un cronista Annaberg, de la época, que escribió la historia de la ciudad en latín en 1561 (pero no fue publicada hasta 1605): “En el año de 1561 los encajes de hilos blancos se comienzan a girar de varias formas trabajándolos con bolillos”.

 

Fuente: LACE. A HISTORY de Santina M. Levey

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